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Tradición oral y Cuentos: influencia anglo-germana
Paco Cid Jiménez, Sonia B. García Romero y Eva Mª Maroto Fernández

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ANEXO 1: ROMANTICISMO ALEMÁN

Podemos situar el comienzo del Romanticismo en la Alemania de finales del siglo XVIII. Considerada como la última gran época cultural de Europa, encontramos un movimiento que irrumpe en toda la esfera artística e intelectual de la época: literatura, filosofía, arte, ciencia, música... Los primeros románticos fueron jóvenes, muchos de ellos estudiantes.

Surgiría como respuesta a la excesiva importancia que la Ilustración concedía a la razón. Es verdad que algunos filósofos de la Ilustración, como Rousseau, plantearían la importancia de los sentimientos, pero, ¿dónde quedaron la imaginación, la añoranza, la fantasía y los sueños?

El racionalismo de Locke se vería matizado por las aportaciones realizadas por Rousseau en referencia a la infancia, y éstas a su vez por la aportación del romántico alemán Johann Gottfried Herder.

El poeta alemán Schiller escribiría que lo que un artista hace es algo así como jugar, como camino para ser libres, donde los límites no existen más que en la propia persona. Novalis dijo que "el mundo se convierte en sueño, el sueño en mundo".

Es el límite difuso, o inexistente, entre una realidad y una fantasía que se entrecruzan en esta nueva forma de entender el arte y, en definitiva, la vida. La añoranza de lo imposible, lo enigmático, lo fabuloso, los misterios de la naturaleza y del propio ser humano.

Pero el movimiento romántico no sería un fenómeno exclusivamente alemán, sino que se extendería por la mayor parte del continente europeo durante los comienzos del siglo XIX.

Centrándonos en Alemania, y en el contexto artístico literario, comentar que este movimiento, aparte de oponerse a los postulados de la Ilustración, pretendía recuperar la herencia cultural del pueblo alemán, recuperando así el folclore y el acervo popular, además de, como hemos comentado anteriormente, la fantasía, el descubrimiento de la naturaleza y los mitos. Los escritores del romanticismo alemán liberarían a la literatura infantil de las cadenas del didactismo en que se encontraba inmersa, convirtiendo la literatura en una modalidad autónoma y creativa, al mismo tiempo que rescataban del olvido la tradición popular.

En el Romanticismo podemos distinguir dos clases: un Romanticismo universal, preocupado por la naturaleza, el alma y el genio artístico; y un Romanticismo nacional interesado por la cultura del pueblo; pero ambos unidos por la consigna de ‘organismo’, un espíritu universal presente tanto en el pueblo como en sus producciones, además de la naturaleza y el arte. El origen del primero podemos situarlo en la ciudad de Jena, aproximadamente en 1800, y el segundo especialmente en Heidelberg.

Ya hemos comentado con anterioridad cómo Herder, en oposición a Rousseau, plantearía la figura del niño como un ser con alma y mágico, con una falta de sentido de lo real en pro de una exquisita fantasía. Esta imagen sería ampliada por otros románticos, llevando la figura del niño a un plano próximo al divino.

Tal como afirma Nathalie Zimmermannn (CLIJ 114, pp. 44-54) "el adulto tenía la posibilidad, a través de la literatura, de estar más cerca de lo que es la niñez, aquella etapa perdida para siempre".

En el espíritu nacional que enarbola el romanticismo, se rescata la literatura del pueblo: cuentos, sagas, canciones, leyendas, nanas, plegarias... no siendo necesario producir una nueva literatura, sino rescatar, antes de morir en el olvido, el folclore que durante tantos años acompañara al pueblo. Es por ello que el Romanticismo tuvo un origen rural.

En este trabajo de recolección de cuentos participaría desde Herder a Achim von Arnim, Brentano o los mismísimos hermanos Grimm. Pero no todos coincidirían a la hora de respetar los textos originales, tal como emanaron del pueblo, habiendo quienes aportaban un relativo didactismo (p.ej. Arnim), quienes eliminaban un triste final, o quienes, como los hermanos Grimm, prefirieron respetar el sentido original (aunque luego se replantearan esto). Así, la literatura infantil romántica precedió a los románticos, en tanto emanaba de un folclore que les antecedía.

Pero no todo sería recolectar cuentos propios del folclore, sino que la literatura del Romanticismo también tendría sus propias creaciones.

Dentro de la producción literaria propia, tenemos en el Romanticismo alemán dos buenos representantes: Ludwig Tieck (1773-1853) y E.T.A. Hoffmann (1776-1822). Del primero comentar la importancia de su cuento Die Elfen (Los elfos), claro ejemplo de cuento infantil artístico y dualista; por dualismo entendemos un cuento donde se combinan dos dimensiones: un mundo real (generalmente rural) y un mundo mágico al que no tienen acceso los adultos. Este dualismo fantástico es algo nuevo.

En referencia al alemán E.T.A. Hoffmann, tan solo comentar la importancia de su obra El cascanueces y el Rey de los ratones, preludio de lo que un siglo después se conocería en Inglaterra como ‘nonsense’ .

 

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